Trump y algo más
Juan Ignacio Brito Profesor Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la U. de los Andes
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Juan ignacio Brito
Más que una votación a dos bandas entre Donald Trump y Joe Biden, la elección del próximo martes en Estados Unidos asoma a primera vista como un plebiscito sobre la permanencia del presidente en la Casa Blanca. Esto no es raro: el mandatario republicano tiende a llenar los espacios con una personalidad avasalladora, diatribas ininterrumpidas y apariciones constantes en medios, redes sociales y actos de campaña. Por el contrario, su rival demócrata es probablemente el candidato presidencial más opaco en décadas en el país del norte.
Según una encuesta del Pew Research Center, 63% de los que afirman que apoyarán a Biden señalan que están más motivados por sufragar en contra del Presidente Trump que a favor del abanderado demócrata. En cambio, 71% de los que se inclinan por Trump aseguran que votarán a favor del candidato republicano y sólo 29% contra Biden.
La figura de Trump despierta pasiones. El mandatario se solaza en la polémica; es un ególatra que no deja a nadie indiferente y un político atípico, portavoz del descontento de millones de norteamericanos que han sido desoídos durante largo tiempo por las élites liberal-progresistas. Biden, en cambio, es un "político tradicional" que llegó al Senado cuando Richard Nixon era Presidente. Quien espere algo nuevo o sorpresivo de él le está pidiendo peras al olmo. Biden es parte del establishment y su triunfo probablemente volvería a poner las cosas en su lugar, allí donde las dejó Barack Obama en 2016.
Si las encuestas están en lo correcto, al parecer los norteamericanos se han cansado de la exuberancia de Trump. Su estilo confrontacional ha llegado a enervar a una porción considerable del electorado, que parece incluso dispuesta a votar por el aburrido Biden con tal de sacarse de encima a un mandatario irritante.
Pero hay más que eso. Trump no es sólo un accidente histórico, una desviación irrepetible de la norma que puede ser corregida con un triunfo demócrata. La causa que representa el Presidente es más grande que él y el ruido que suele acompañarlo. La elección es un plebiscito sobre Trump, pero lo importante no es sólo el personaje, sino principalmente la visión que encarna. Eso parecen entenderlo los norteamericanos, que están participando en gran número a través del voto anticipado. Aunque Trump es la fuerza que atrae o repele, lo que está en juego es mayor. Eso es lo que hace verdaderamente interesante esta campaña.
Desde mucho antes de que Trump irrumpiera, Estados Unidos se ha venido polarizando. Se enfrentan dos visiones contrapuestas: una liberal-progresista con inclinaciones cosmopolitas y un estilo de vida libertario que reside en las grandes ciudades y los estados ribereños del Pacífico y el Atlántico; y otra con intereses localistas y un estilo de vida conservador que habita en los estados interiores y las zonas suburbanas y rurales. El país rojo (republicano) y el azul (demócrata) tienen referencias políticas distintas: para éste, la década de los 60 y su épica de derechos civiles e igualdad, un Estado promotor de derechos sociales y programas de apoyo, liberación sexual, elevación de la juventud e incesante cambio; para aquellos, el legado de los "padres fundadores" y la Constitución de 1789, un Estado limitado y construido sobre la base de pesos y contrapesos institucionales, libertad, valores tradicionales y adhesión al mito americano de la "tierra de la oportunidad".
Grosso modo, esas son las dos miradas que están en juego en el plebiscito sobre Trump del próximo martes.